A veces creemos que la vida está en los grandes acontecimientos.
Pero la mayor parte de ella ocurre en lo pequeño: una taza de café tibio, el sonido del lápiz sobre el papel, la luz que cambia de tono en la tarde.
Registrar lo cotidiano no es aburrido: es aprender a ver.
Cuando escribes sobre tu día, no estás simplemente narrando: estás entrenando la mirada.
Estás aprendiendo a observarte, a reconocer los matices del mundo que te rodea, a nombrar las cosas que normalmente pasan desapercibidas.
Puedes comenzar con ejercicios simples:
La práctica de anotar el presente convierte el día común en un espacio sagrado.
Cada palabra se vuelve un acto de agradecimiento.
Y, con el tiempo, descubres que tu vida estaba llena de belleza, solo que no la estabas mirando.
La constancia es lo que transforma esta práctica en ritual: no escribir cuando “pasa algo”, sino para que algo pase dentro de ti.
Registrar lo cotidiano es honrar lo que tienes.
Es entender que el ahora —este preciso instante— ya es suficiente.
Haz del presente tu refugio escrito.
El diario Terra Arena te invita a escribir sin meta, solo por el placer de habitar tus días.
