No todos los días florecen.
Hay etapas donde la energía baja, el cuerpo pide descanso y la mente se repliega hacia adentro. En esos momentos, la tentación de presionarnos es fuerte: queremos producir, avanzar, rendir.
Pero también existe otra opción: escribir desde la quietud.
El invierno interior no es ausencia de vida, sino un tiempo de gestación invisible.
Cuando entras en una temporada lenta —una tristeza, una pausa, un silencio— puedes convertir la escritura en abrigo.
No necesitas escribir textos bellos ni largos. Basta con una frase honesta: “No tengo ganas hoy.” o “Siento frío por dentro, pero me abrazo igual.”
Escribir sin exigencia es un acto de ternura.
El journaling estacional nos recuerda que, igual que la naturaleza, también atravesamos estaciones. Hay momentos de expansión (verano), de cosecha (otoño), de introspección (invierno) y de renacimiento (primavera).
Cada etapa cumple una función. No hay prisa.
Antes de dormir, escribe una sola línea que resuma tu temperatura emocional del día.
Con el tiempo, verás un mapa: tus estaciones interiores, tus inviernos y tus luces.
En el silencio de escribir sin esperar resultados, algo se acomoda dentro.
La lentitud se vuelve medicina.
Escribir durante el invierno interior es como encender una vela en una habitación oscura: la luz no cambia el mundo, pero transforma tu forma de habitarlo.
Encuentra abrigo en la lentitud.
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